Huasipungo-Fragmento II


"Cada cultura se asemeja a un río inmenso a través de la memoria en donde sus aguas
conllevan las voces que suenan como piedras atávicas y antiguas, y vienen contando cosas,
susurrando en leves corrientes de aire actos que el olvido jamás podrá tocar."

La construcción de la carretera se vio detenida por la creciente del rio y la llegada de fuertes
lluvias y tormentas, la corriente del rio comenzó a elevarse hasta el punto de arrasar con el
sitio por donde debían pasar, inundando huertas y las casas de los indios. Los indios pasaron
días sin adquirir ni consumir ningún alimento, y la desesperación que traía la ausencia de
comida comenzaba a surgir, por esto mismo decidieron desenterrar el cadáver de una res
muerta para poder alimentarse ellos mismos y a sus familias. Chiliquinga y su esposa no
fueron la excepción, ellos también consumieron esta carne que ya se encontraba en estado de
putrefacción, causando la enfermedad letal de Cunshi que acabó con su vida.
En medio de la preocupación y la desesperación que le causaba este trágico suceso a
Chiliquinga, debió afrontar una vez más la división de los mundos de los blancos y de los
indígenas, ya que su esposa no pudo ser enterrada, porque el cura pedía una cantidad muy
grande de dinero para que se pueda realizar el debido entierro a su amada. Entonces, realizó
un robo hacia su patrón, robándole una res, para así conseguir dinero para tener asegurado el
entierro de su esposa. Pero el patrón se terminó enterando de esto, y Chiliquinga fue
castigado.
Enfadados con esto, los amigos de Chiliquinga decidieron decidieron revelarse, en donde descargaron
toda su frustración, presión, odio y rencor que fueron obteniendo poco a poco en el momento
de ser reprimidos por medio de actos de violencia y asesinato.
                                        Los espejos de Colón | El Librero Callejero
El indio Andrés y los suyos decidieron asaltar y robar la haciendo con el objetivo de
desquitarse del teniente político y de Alfonso Pereira, pero en el lugar ya no había nadie pues
los amos huyeron a la ciudad de Quito. En medio del conflicto quedaron pocas personas,
entre ellos estaban Chiliquinga y su hijo que se escondieron en una choza junto a otros
compañeros. En un giro inesperado la choza es incendiada por lo que parecía una muerte
segura, en medio de la desesperación, Chiliquinga en un heroico alarde de orgullo y soberanía
toma a su hijo en sus brazos y muy angustiado se entrega a las balas gritando “¡Ñucanchic
huasipungo!”. De pronto, como un rayo, todo enmudeció para él, para ellos. La choza
termino de arder rápidamente.
El párrafo final de la obra literario es uno de los más bellos que podrás encontrar en toda la
novela, pues posee cierta belleza literaria que a pesar de su contenido (el cual denuncia el
abuso, y todo lo que los indígenas sufrieron), sigue siendo un párrafo muy hermoso:
“Al amanecer, entre las chozas deshechas, entre los escombros, entre las cenizas, entre los
cadáveres tibios aún, surgieron, como en los sueños, sementeras de brazos flacos como
espigas de cebada que, al dejarse acariciar por los vientos helados cielos páramos de
América, murmuraron en voz ululante de taladro: “¡Ñucanchic huasipungo”.

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